Las nuevas hojas

Adoro a Ebenezer Scrooge, el protagonista de “Cuento de Navidad” de Charles Dickens. Solo le veo un defecto y es la bajada de pantalones que hace al final del cuento. Vaya tío más moñas… Pues yo soy como el señor Scrooge pero con los pantalones sobaqueros, tipo Julián Muñoz.

Odio la Navidad, odio los ambientes de paz y amor (y el plus para el salón), las pelis pastelosas de Papa Noel y los mensajes de copia y pega del whassap (jolín al menos, preocúpate de personalizarlos un poco)… Lo único que me consuela en esos días son las comidas ricas: la variedad de marisquito rico, los embutidos de cerdito ibérico, ñam, ñam, el corderito lechal, el pulpo… ahhhh que en Noruega no hay de esas cosas ricas…, lo dicho, no hay por dónde agarrar las Navidades.

Pero me encantan los Reyes. Ojo, los Magos que soy un poco republicana. Como decía antes de meter mi cuña política, me cantan los Reyes Magos, primero porque marcan el final del simulacro de paz y amor, segundo porque me encanta el Roscón, eso sí, relleno de nata y tercero porque empezamos con la operación bikini, que será interrumpida por la operación torrija, pero esa es otra historia….

Y con las Cabalgatas empieza el año y la cuesta de enero (más bien el Himalaya de enero), pero también un blog de 365 cuartillas en blanco que escribir.

Hace tiempo leí una frase de José Luis Sampedro que me encantó y dice así: «Deberíamos vivir tantas veces como los árboles, que pasado un año malo echan nuevas hojas y vuelven a empezar». Desde entonces me la repito y repito cuando necesito desprenderme de todas esas hojas viejas, marrones y podridas que hacen que esté triste, chupen mi savia e impidan que nazcan nuevos tallos.

Os deseo un árbol frondoso, que os de mucha sombra en los momentos felices y mucho abrigo en los malos momentos.

Dedicado a dos de los tallos mas importantes de mi vida porque aunque se fueron, de ellos siempre seguirán creciendo frutos.